24 de octubre de 2010

No sabía qué hacer. El mundo daba vueltas a mi alrededor, pero yo seguía quieta. Tenía miedo. Miedo de hacer algo mal. Miedo de que las cosas fuesen aún peor.
No me quedaban más fuerzas para luchar. Sentía como mi corazón, que con tanto esmero me había esforzado en reparar, volvía a estar roto de nuevo.
Nunca tuve alas pero he aprendido a volar. A volar a un mundo donde no existe nada, donde yo soy la dueña de mi vida, un mundo donde la única ley es ser yo misma.
Tras miles y miles de lágrimas, me he dado cuenta de que no sirve de nada. Nada va a cambiar; sólo yo. Seguiré adelante, aunque me duela.
No voy a perder la esperanza, ya no. Pocas son las personas que supieron valorarme, pocas las que realmente me valoran ahora.
Siempre han pensado que estoy loca; pero estoy segura de que no tiene importancia. Mientras ellos se divertían en la calle, yo me quedaba en casa escribiendo uno de mis relatos.
No son relatos, son hechos. No son libros, son sentimientos. No son historias, son mi vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario