Siempre huimos, nos vamos
cuando pensamos que algo nos va a superar o que ya nos ha superado y no
aguantamos más. Dejamos todo y nos vamos porque queremos olvidar aquello que
nos hace sentir mal, y lo que no sabemos es que a veces huir, aunque digan que es
de cobardes es la mejor opción, porque a veces quedándonos empeoramos todo
mucho mas y llega un punto que la huida se vuelve eterna, huimos para olvidar,
para descansar del otro, porque hay algo que nos oprime, que nos absorbe y
necesitamos descansar, desahogarnos, respira hondo, respiran hondo y
tranquilizarte, ya esta, ya paso, ya todo se ha olvidado, ya nada puedes
esperar, porque ya no queda nada. Llega un punto que no se puede estirar más lo
inevitable y el hilo se rompe, y ambos nos quedamos con un trozo roto en cada
mano, no se puede arreglar, no se puede coser ni pegar, no tiene solución. Pero
nosotros mismos nos lo hemos buscado. Nosotros hemos tensado demasiado algo que
no tenía
fuerza suficiente para soportarnos.
A veces hay que saber cuándo dejar de estirar, cuando aflojar un poco y parar. Porque si no pasa esto, y luego ya no hay solución, solo nos queda arrepentirnos, pero ya no sirve para nada.
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