Después de tantos meses malos, de tanto pensar, pensar y pensar, de tantas noches sin dormir preguntándome que hubiera pasado si, donde estaría si. De tantas noches sola en la cama torturándome por lo que paso, y ahí estaba él, me abrazaba por detrás aspirando el aroma de mi pelo, besando fugazmente mi cuello y notando su risa en mi oreja. Había dejado de importarme el insomnio, estaba aquí y aunque en mis tripas algo se removía inquieto, quizás advirtiéndome, yo ciega por el amor que creía tener en él me abandone a sus besos y me perdí en su boca sin importarme ya el daño de meses atrás, olvidando por completo todo el mundo a mi alrededor, centrándome en su beso y en su forma de tomarme entre sus brazos y hacerme suya.
Lo había echado tanto de menos, su boca sobre la mía, sus manos acariciándome. El dolor se evaporaba, ya apenas recordaba quien era. Quienes eramos. La ultima vez que lo vi solo deseaba besarlo, pero no podía apartar la vista de sus ojos y su sonrisa, él solo hablaba de anécdotas sin importancia, pero para mi estar con él, coger su mano y jugar con sus dedos mientras hablaba me hacia sentir tan bien como un beso. Pero pronto llego la hora de irme y no hubo beso, me había demostrado cariño durante toda la tarde, pero yo anhelaba ese beso que nunca llego y aun meses después sigo con la necesidad de un ultimo beso que nunca llegara.
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