No tengo nada
que hacer. Es más, no tengo la más mínima idea de qué puedo hacer hoy, mañana,
dentro de un mes, un año o un siglo. Tal vez es lo mejor para no angustiarme ni
creerme perdido. No sabes qué vas a hacer para sobrevivir, pero no importa. Vives
como un cometa, arrastrado por el viento, y te sientes bien. Sólo que muchas
veces ni siquiera sopla el viento.
Es precioso.
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